Hubo una época donde
estos guerreros fueron la mejor fuerza militar del mundo occidental, donde su
sola presencia en el campo de batalla infundía respeto para los aliados y
terror para los enemigos. Una forma de vivir única basada en una crianza más
elitista todavía, dieron como resultado una “raza guerrera” que con el tiempo
muchos intentaron copiar y alcanzar su status; pero solo unos pocos lo
lograron.
Estos guerreros
llevaron el entrenamiento al extremo buscando la perfección y a causa de esa
búsqueda cayeron en la perdición de la oligantropia, 2500 años después, su
nombre es símbolo de sacrificio, templanza, valor, fiereza y disciplina;
algunos de sus métodos son utilizados hoy en día en entrenamientos militares y
todavía siguen siendo considerados la elite guerrera más sobresaliente del
mundo.
Todo el mundo
temblaba a sus pies, muchos creyeron que eran demonios con capas color rojo
escarlata, otros tantos murieron hipnotizados por su pean; pero la mayoría de los que se animaron a enfrentarlos
pudieron constatar que a La Parca le encanta matar con una dory en la mano y llevar un hoplon
con la letra lambda en la otra.
Estos guerreros eran
Hoplitas, la infantería pesada Griega, iban armados con una lanza y un escudo,
batallaban en formación de falange y eran un muro de bronce que aplastaba todo
a su paso.
Pero estos no eran cualquier clase de hoplitas, eran los
mejores, eran los Homoioi, Los Hoplitas Espartanos.
FORMACION
Ellos eran distintos
a cualquier soldado helénico porque desde su nacimiento eran puestos a prueba. Bajo
una crianza muy particular llamada agogé,
Esparta era una nación que paría soldados, porque cuando un bebe llegaba al
mundo tenia que pasar por una eugenesia que consistía en diferentes exámenes físicos,
para saber si tenia alguna deformidad o enfermedad y también corroborar que era
hermoso y robusto.
Aquellos bebes que no
pasaran la prueba eran llevados al Apóthetas, una zona barrancosa al pie
del Taigeto, donde se le arrojaba o abandonaba en una cima. Se buscaba eliminar
así toda boca improductiva. Si el niño superaba la prueba, era confiado a su
familia para que lo criase y se le asignaba una parcela de tierra para que viva
de sus frutos.
Durante la infancia
se instruía a las nodrizas para que los criaran sin pañales que “contuvieran”
su crecimiento o debilitaran su resistencia al frío y al calor. Al niño se le
enseñaba a evitar toda clase de caprichos o rabietas, debía acostumbrarse a
estar solo y a no temer a la oscuridad.
Cuando los niños
espartanos cumplían 7 años se los apartaban de su familia y se los llevaban a
una agelé, un especie de barracón
militar donde bajo la tutela de un joven de 19 años, que los llamaban irén, aprendían a leer, escribir, cantar
y fundamentalmente se los “endurecía” físicamente entrenándolos en lucha y
atletismo.
Otro factor
fundamental que se les enseñaba era la disciplina, ya sea para moverse en
formación de falange en plan de batalla, como marchar a pesar del cansancio o
el clima y por sobre todas las cosas a obedecer la decisión de los superiores
sin importar las consecuencias.
Se les rapaba la
cabeza e iban desnudos hasta los 12 años donde se les daba una manta corta de
lana llamada himatión. Las raciones
de comida se reducían al mínimo imprescindible, lo que les obliga a robar si querían
evitar el hambre o sí se lo mandaba su irén (y, de ser sorprendidos, se
les castiga severamente no por el robo mismo, sino por su torpeza al ser
atrapados).
Al convertirse en efebos (hacia los quince años) se
dejaban el cabello largo propio de los soldados, limpio y perfumado, en honor a
la opinión atribuida a Licurgo, para quien “la melena hacía a los guapos más
apuestos y a los feos más temibles”.
Para entrenar el físico, aparte de los
castigos y prácticas comentadas con anterioridad, lo más frecuente era
apalearlos.
El lugar de
apaleamiento se encontraba ubicado en un bosque, en un sitio un poco apartado;
pero al que podía acceder cualquier ciudadano de Esparta. Lo primero que se
hacía era escoger un árbol vigoroso y robusto, al cual se le enganchaba una
cadena en el tronco y a ésta un palo.
Lo que hacía el
muchacho era agarrar este palo mientras otros dos de sus compañeros lo
apaleaban. Esta acción se llevaba a cabo con varas de bambú, puesto que dolía,
picaba y desgarraba la piel. Por si el muchacho se caía de agotamiento o de
dolor había otros dos sujetándolo.
Este ejercicio tenía
réditos para todos. El que apaleaban, aprendía a aguantar y soportar mejor el
dolor. Para los que golpeaban, era no detenerse ni vacilar en el ataque aún
cuando se sentía el terrible dolor que estaba sufriendo el enemigo. Y en tercer
y último lugar, los que sujetaban, la finalidad era que aunque viesen sufrir o
incluso morir a sus compañeros en combate no vacilasen y continuasen con la
misión que les había sido encomendada por sus superiores.
Esta práctica no se
realizaba como castigo, sino que se hacía de forma aleatoria entre los
componentes del agelé. Aunque éste
también era el castigo que recibían los muchachos a los cuales se les
sorprendía robando. Cuando el que estaba recibiendo el castigo tenía el cuerpo
demacrado se le retiraba, pero a no ser que se encontrase muy herido, no se le
curaban las heridas.
Había casos de
jóvenes tan arrogantes que por no sucumbir al dolor y por no caer a los pies de
sus compañeros preferían morir. Sus cuatro compañeros (los que apaleaban y los
que sujetaban) no podían interrumpir la ceremonia, tan sólo podían aconsejar a
su compañero que se soltase; pero si este decidía no hacerlo se proseguía con
la ceremonia hasta arrebatarle la vida.
Cuando un joven
cumplía 20 años y había pasado su etapa como irén, terminaba su agogé y podía pasar a formar parte de los
comedores públicos, donde cada ciudadano aportaba su comida y era tratado como
un igual.
Esta educación
permitía a Esparta formar un cuerpo de batalla hoplítica regular y una
ciudadanía casi constante, pues la función social e institucional de la educación
era doble; por un lado, la guerra, y por la otra, la participación en la vida
pública, puesto que la participación en la agogé
representaba una de las tres condiciones para el acceso a la ciudadanía espartana.
Aquellos que no la
pasaban eran ciudadanos de orden inferior con derechos restringidos o
directamente son privados de sus derechos ciudadanos.
El objetivo de la
educación era forjar un cuerpo de ciudadanos compuesto por hombres con características
individuales las cuales se disolvieran en una identidad grupal basada en
la uniformidad, la disciplina y la excelencia militar.
A diferencia de otras
ciudades griegas, la educación en Esparta era dirigida por el mismo Estado, que
incluso contaba con magistrados especializados, los éforos, que hacían personalmente una supervisión diaria. Como
sistema educativo, promovía la disciplina, la seguridad en uno mismo, la cohesión
social, la lealtad, la obediencia y la uniformidad.
(Cont.)
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