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viernes, 19 de octubre de 2012

LA MUERTE ESCARLATA, los Homoioi (I)




 Hubo una época donde estos guerreros fueron la mejor fuerza militar del mundo occidental, donde su sola presencia en el campo de batalla infundía respeto para los aliados y terror para los enemigos. Una forma de vivir única basada en una crianza más elitista todavía, dieron como resultado una “raza guerrera” que con el tiempo muchos intentaron copiar y alcanzar su status; pero solo unos pocos lo lograron.
 Estos guerreros llevaron el entrenamiento al extremo buscando la perfección y a causa de esa búsqueda cayeron en la perdición de la oligantropia, 2500 años después, su nombre es símbolo de sacrificio, templanza, valor, fiereza y disciplina; algunos de sus métodos son utilizados hoy en día en entrenamientos militares y todavía siguen siendo considerados la elite guerrera más sobresaliente del mundo.
 Todo el mundo temblaba a sus pies, muchos creyeron que eran demonios con capas color rojo escarlata, otros tantos murieron hipnotizados por su pean; pero la mayoría de los que se animaron a enfrentarlos pudieron constatar que a La Parca le encanta matar con una dory en la mano y llevar un hoplon con la letra lambda en la otra.
 Estos guerreros eran Hoplitas, la infantería pesada Griega, iban armados con una lanza y un escudo, batallaban en formación de falange y eran un muro de bronce que aplastaba todo a su paso.
Pero estos no eran cualquier clase de hoplitas, eran los mejores, eran los Homoioi, Los Hoplitas Espartanos.

FORMACION
 Ellos eran distintos a cualquier soldado helénico porque desde su nacimiento eran puestos a prueba. Bajo una crianza muy particular llamada agogé, Esparta era una nación que paría soldados, porque cuando un bebe llegaba al mundo tenia que pasar por una eugenesia que consistía en diferentes exámenes físicos, para saber si tenia alguna deformidad o enfermedad y también corroborar que era hermoso y robusto.
 Aquellos bebes que no pasaran la prueba eran llevados al Apóthetas, una zona barrancosa al pie del Taigeto, donde se le arrojaba o abandonaba en una cima. Se buscaba eliminar así toda boca improductiva. Si el niño superaba la prueba, era confiado a su familia para que lo criase y se le asignaba una parcela de tierra para que viva de sus frutos.
 Durante la infancia se instruía a las nodrizas para que los criaran sin pañales que “contuvieran” su crecimiento o debilitaran su resistencia al frío y al calor. Al niño se le enseñaba a evitar toda clase de caprichos o rabietas, debía acostumbrarse a estar solo y a no temer a la oscuridad.
 Cuando los niños espartanos cumplían 7 años se los apartaban de su familia y se los llevaban a una agelé, un especie de barracón militar donde bajo la tutela de un joven de 19 años, que los llamaban irén, aprendían a leer, escribir, cantar y fundamentalmente se los “endurecía” físicamente entrenándolos en lucha y atletismo.
 Otro factor fundamental que se les enseñaba era la disciplina, ya sea para moverse en formación de falange en plan de batalla, como marchar a pesar del cansancio o el clima y por sobre todas las cosas a obedecer la decisión de los superiores sin importar las consecuencias.
 Se les rapaba la cabeza e iban desnudos hasta los 12 años donde se les daba una manta corta de lana llamada himatión. Las raciones de comida se reducían al mínimo imprescindible, lo que les obliga a robar si querían evitar el hambre o sí se lo mandaba su irén (y, de ser sorprendidos, se les castiga severamente no por el robo mismo, sino por su torpeza al ser atrapados).
 Al convertirse en efebos (hacia los quince años) se dejaban el cabello largo propio de los soldados, limpio y perfumado, en honor a la opinión atribuida a Licurgo, para quien “la melena hacía a los guapos más apuestos y a los feos más temibles”.
  Para entrenar el físico, aparte de los castigos y prácticas comentadas con anterioridad, lo más frecuente era apalearlos.
 El lugar de apaleamiento se encontraba ubicado en un bosque, en un sitio un poco apartado; pero al que podía acceder cualquier ciudadano de Esparta. Lo primero que se hacía era escoger un árbol vigoroso y robusto, al cual se le enganchaba una cadena en el tronco y a ésta un palo.
 Lo que hacía el muchacho era agarrar este palo mientras otros dos de sus compañeros lo apaleaban. Esta acción se llevaba a cabo con varas de bambú, puesto que dolía, picaba y desgarraba la piel. Por si el muchacho se caía de agotamiento o de dolor había otros dos sujetándolo.
 Este ejercicio tenía réditos para todos. El que apaleaban, aprendía a aguantar y soportar mejor el dolor. Para los que golpeaban, era no detenerse ni vacilar en el ataque aún cuando se sentía el terrible dolor que estaba sufriendo el enemigo. Y en tercer y último lugar, los que sujetaban, la finalidad era que aunque viesen sufrir o incluso morir a sus compañeros en combate no vacilasen y continuasen con la misión que les había sido encomendada por sus superiores.
 Esta práctica no se realizaba como castigo, sino que se hacía de forma aleatoria entre los componentes del agelé. Aunque éste también era el castigo que recibían los muchachos a los cuales se les sorprendía robando. Cuando el que estaba recibiendo el castigo tenía el cuerpo demacrado se le retiraba, pero a no ser que se encontrase muy herido, no se le curaban las heridas.
 Había casos de jóvenes tan arrogantes que por no sucumbir al dolor y por no caer a los pies de sus compañeros preferían morir. Sus cuatro compañeros (los que apaleaban y los que sujetaban) no podían interrumpir la ceremonia, tan sólo podían aconsejar a su compañero que se soltase; pero si este decidía no hacerlo se proseguía con la ceremonia hasta arrebatarle la vida.
 Cuando un joven cumplía 20 años y había pasado su etapa como irén, terminaba su agogé y podía pasar a formar parte de los comedores públicos, donde cada ciudadano aportaba su comida y era tratado como un igual.
 Esta educación permitía a Esparta formar un cuerpo de batalla hoplítica regular y una ciudadanía casi constante, pues la función social e institucional de la educación era doble; por un lado, la guerra, y por la otra, la participación en la vida pública, puesto que la participación en la agogé representaba una de las tres condiciones para el acceso a la ciudadanía espartana.
 Aquellos que no la pasaban eran ciudadanos de orden inferior con derechos restringidos o directamente son privados de sus derechos ciudadanos.
 El objetivo de la educación era forjar un cuerpo de ciudadanos compuesto por hombres con características individuales las cuales se disolvieran en una identidad grupal basada en la uniformidad, la disciplina y la excelencia militar.
 A diferencia de otras ciudades griegas, la educación en Esparta era dirigida por el mismo Estado, que incluso contaba con magistrados especializados, los éforos, que hacían personalmente una supervisión diaria. Como sistema educativo, promovía la disciplina, la seguridad en uno mismo, la cohesión social, la lealtad, la obediencia y la uniformidad. 
 (Cont.)

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