Hubo una época donde
estos guerreros fueron la mejor fuerza militar del mundo occidental, donde su
sola presencia en el campo de batalla infundía respeto para los aliados y
terror para los enemigos. Una forma de vivir única basada en una crianza más
elitista todavía, dieron como resultado una “raza guerrera” que con el tiempo
muchos intentaron copiar y alcanzar su status; pero solo unos pocos lo
lograron.
Estos guerreros
llevaron el entrenamiento al extremo buscando la perfección y a causa de esa
búsqueda cayeron en la perdición de la oligantropia, 2500 años después, su
nombre es símbolo de sacrificio, templanza, valor, fiereza y disciplina;
algunos de sus métodos son utilizados hoy en día en entrenamientos militares y
todavía siguen siendo considerados la elite guerrera más sobresaliente del
mundo.
Todo el mundo
temblaba a sus pies, muchos creyeron que eran demonios con capas color rojo
escarlata, otros tantos murieron hipnotizados por su pean; pero la mayoría de los que se animaron a enfrentarlos
pudieron constatar que a La Parca le encanta matar con una dory en la mano y llevar un hoplon
con la letra lambda en la otra.
Estos guerreros eran
Hoplitas, la infantería pesada Griega, iban armados con una lanza y un escudo,
batallaban en formación de falange y eran un muro de bronce que aplastaba todo
a su paso.
Pero estos no eran cualquier clase de hoplitas, eran los
mejores, eran los Homoioi, Los Hoplitas Espartanos.
EQUIPAMIENTO
El título de homoioi no solo les aseguraba un status
en la sociedad, sino que también les permitía comprar el equipo completo para
el combate.
El entrenamiento
físico les permitía marchar a paso ligero durante casi todo el día y después
combatir con una armadura de casi 30 kg, hecha principalmente de bronce, aunque
los soldados de mayor rango o mejor posición económica podían costearse
armaduras de hierro.
El equipo de combate
completo incluía una coraza (θώραξ, thốrax) de bronce que reproducía la
forma de los músculos del torso, las cnémidas (knêmis) para protección
de las tibias, un casco (κράνος, krános) de bronce con protecciones para
las mejillas, más un escudo de forma circular llamado hoplon. El hoplon
era un escudo hecho de madera o de bronce. Era muy pesado (podía llegar a pesar
casi 40 kg) y cubría desde el mentón hasta la rodilla.
En la cultura militar
espartana, que un soldado tirara el hoplon era inadmisible y una de las
mayores deshonras. Habitualmente se decía «Vuelve a casa con este escudo o
sobre él» (Ἢ τὰν ἢ ἐπὶ τᾶς Ē tan ē epí tās; literalmente «con
esto o sobre esto» dicho al presentar el escudo al guerrero)
A diferencia de los
demás griegos, los espartanos tenían el mismo uniforme y la letra griega lambda
(Λ) en sus escudos, en referencia a su tierra de origen, Lacedemonia (Esparta).
Cada espartano llevaba una capa escarlata, presentándose como espartano.
Otro punto a destacar
era el casco, el más conocido es el corintio; sumamente popular entre los
griegos pero relegado solamente a los oficiales superiores en los homoioi.
El arma principal era
la doru, una lanza de
alrededor de 2,7 m de largo provista de una punta y un contrapeso de bronce.
Los hoplitas también llevaban una espada corta llamada xifos (ξίφος, xíphos);
pero esta era un arma secundaria, utilizada después de que la lanza quebrase.
La forma del xifos
era la ideal para su cometido, no estaba creada para cortar, sino para
perforar; por eso eran cortas y generalmente anchas haciéndolas sumamente
resistentes (luego las legiones romanas adaptarían este formato y crearían el
famosísimo gladius).
Era muy común que en
el choque de formaciones y después de que las lanzas se quebraran los soldados
quedaran enfrentados, escudo con escudo y era en ese momento en que las espadas
asomaban entre los hoplones como aguijones para perforar los torsos del enemigo
y volver a esconderla tras la muralla de bronce.
BATALLA
Antes de cada batalla
se daba a lugar el llamado agon, una
especie de ritual donde se hacían ofrendas y sacrificios a los dioses, se
delimitaba el terreno y se ponían de acuerdo con las condiciones del combate;
el cual se desarrollaba lealmente, sin buscar ningún efecto sorpresa.
La organización táctica
que utilizaban era la falange, una disposición de 8 a 16 soldados de frente e
igual cantidad de fondo. Los hoplitas formaban uno al lado del otro con la doru en la mano derecha y en la
izquierda el hoplon, protegiéndose a
si mismo y también el lado derecho de su compañero. Esto generaba que el
hoplita situado en el extremo derecho de la formación quedaba al descubierto y
por eso ubicaban en esta posición al mejor guerrero de la unidad.
El choque se producía frontalmente y sólo daba
lugar a unas pocas maniobras laterales, además de que la falange tenía una
tendencia natural a avanzar oblicuamente hacia la derecha, por la sencilla
razón de que cada uno de sus componentes tendía a desviarse imperceptiblemente
por el lado opuesto al escudo en la dirección de su compañero de fila. Aunque
esta era una constante en las falanges, los homoioi fueron los únicos que podían
avanzar en línea recta; pero luego de años y años de entrenar el temple y la
disciplina.
Los espartanos generalmente
marchaban en silencio o entonando un pean
casi gutural acompañado de un suave sonido de flautas. Esta imagen, de
centenares de soldados idénticos físicamente, vestidos todos iguales, marchando
todos a la par y en una impecable línea recta, generalmente provocaba pavor
entre los enemigos porque creían que se enfrentaban a demonios o fantasmas…
Luego de comprender
todo esto imagínense luchar con casi 70 kg de metal y telas encima… Si!
Totalmente extenuante, por eso existían ciertas estrategias para mitigar el
cansancio, como por ejemplo; llegar al campo de batalla lo mas liviano posible
y equiparse ahí mismo.
Esto no era solamente
para no agotarse, sino porque pertenecía a cierto ritual donde los hoplitas
limpiaban su armadura para darle brillo, peinaban sus largas cabelleras,
lustraban su escudo y demás, todo frente al enemigo ya formado en el campo de
batalla. No, no eran fanáticos de la limpieza, sino que de este modo intentaban
impacientar al enemigo y sacarlos de quicio.
No solo eran
superiores en el combate físico, sino que también lo eran el psicológico.
(Cont.)
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